de burlar al farsante
demonio,
ese que sólo
susurra negativos
presagios...
Cuando hacemos
del tedio una broma
y de la rutina
un bonito
momento diario
esperado...
Cuando vemos
finalmente
el truco del almendruco,
aceptamos la vida
con su certera incertidumbre
y nos acostumbramos...
la sonrisa se muestra constante,
el humor siempre alzado,
el día un equilibrio
en la cuerda...
sintiendo la serenidad
del funambulista
En pleno monento
de su número.