Me recuerdo pegada a la tele, cuando el reino de Oz existía…
hablaban los espantapájaros, tenían miedo los leones y la hojalata oxidada
bailaba sin perder el ritmo.
Hay que ser valiente para ser un niño, decidido para
explorar el mundo y olvidarse de casi todo lo aprendido para crecer…
Hay que recordar tan solo un poco, lo curioso que era todo
debajo de una mesa, lo aburrido que era el tic tac del reloj en la hora de la
siesta y salir al mundo, ya eso sí, con
la templanza del que ha vivido, recordado y olvidado, con los espolones ganados
a pulso, recortados y la curiosidad renovada.
¿No es acaso el mismo sol el que nos calienta? ¿las mismas
olas, el mismo olor a hierba fresca?
¿Por qué dejar que los sueños que teníamos se difuminen como
si fueran parte de algo ridículo? ¿Por
qué dejar que las personas vacías de luz nos aplasten la ilusión…?
Es quizás difícil deshacerse de los apegos….producidos por
el miedo, ese que paraliza al hombre, que nos esclaviza consiguiendo que
vayamos unos detrás de otros por la misma senda, como ovejas al matadero….
Pero cuando se reúne el valor…aprendemos a decir no, vemos
nuestra fuerza emerger y entonces somos Dioses, con capacidades incalculables,
mágicas y todo lo que nos rodea se torna afable y receptivo, devolviéndonos la
gran sonrisa que regalamos multiplicada hasta el infinito.
Nadie dijo que ser feliz fuera gratis…. es muy duro darse
cuenta de tamaña simpleza, pero se puede…. no es una quimera.
Eliminando el deseo constante, tomando lo que cada día nos
ofrece sin más expectativas que degustarlo, dando valor a lo que en realidad lo
tiene, el vacío desaparece y nace una
libertad que va mucho más allá de las fronteras de nuestro pensamiento.
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